El Evangelio de S. Marcos
y
la Hermenéutica
Contemporánea
En la diócesis de Lausanna-Ginebra-Friburgo (Suiza) se está
procediendo este año a la lectura del evangelio de S. Marcos en grupos de una
decena de personas. En el grupo moderado por mí se lee un capítulo cada quince
días. A lo largo de las quincenas y de los capítulos, se me fueron ofreciendo
estas reflexiones. Filosofar sobre un tema evangélico es inevitablemente hacer
teología, cosa para la que no estoy preparado; espero que el lector comprenda
que la ausencia en este pequeño trabajo de consideraciones teológicas
(inspiración divina, etc.) no corresponde a una ausencia de criterio cristiano,
sino a un deseo de evitar temas que están más allá de mi competencia.
1.
Empecemos con una terapia de
choque: “No hay hechos, sólo interpretaciones” (Friederich Nietzsche, auch dem
Nachlass, verano 1886 – otoño 1887). El pensador alemán reacciona contra los
positivistas que pensaban que sólo existen los hechos y que todo lo demás son
“interpretaciones” (en el sentido despectivo del término para los positivistas)[1].
Parece, como siempre, que estamos leyendo a un autor contemporáneo, cuando
constatamos que Nietzsche escribió esas palabras hace casi siglo y medio.
2.
Pero entonces, uno se
pregunta, si solamente hay interpretaciones ¿qué pueden ellas interpretar si no
hay hechos? No he encontrado en el Nachlass de Nietzsche la respuesta a esta
pregunta, bastante obvia por otro lado. Pero también es cierto, si queremos ser
coherentes, que si sólo hay interpretaciones, no hechos, entonces las
interpretaciones lo son… de otras interpretaciones.
3.
Como ocurre frecuentemente en
filosofía, la solución de este aparente galimatías se encuentra ya implícita en
Aristóteles; la obra, verdaderamente notable, “Acerca de la Interpretación” nos
ilumina sobre este punto, adelantándose a la hermenéutica contemporánea 24
siglos aproximadamente. Y este adelanto se ve, fijándose en dos cosas
importantísimas, si bien sólo implícitamente contenidas en esta obra, las
cuales quiero resaltar aquí:
3.1. La primera es el hecho de
que el Estagirita habla principalmente de la interpretación que tiene lugar en
el momento de la escritura de un texto, no sólo en el de su lectura. Esto hace
a menudo que los tratados de hermenéutica no incluyan (erróneamente a mi
juicio) el libro de Aristóteles como un verdadero tratado de esta ciencia, o
que lo citen sólo de pasada, pensando que hoy sólo se puede hablar de la
interpretación en la lectura y no en la escritura. Algunos estudiosos
“disculpan” al Estagirita diciendo que el significado del término griego
“hermeneías” no era el mismo que el del término actual en los leguajes hablados
presentemente. Volveremos sobre este punto más abajo (reflexiones 7 y 13).
3.2. La segunda constatación importante se refiere al título del libro
mismo: “Sobre la Interpretación”. La traducción (que también es interpretación
como ya dejara claro Paul Ricoeur) de la preposición “perí…” suele ser “de…”
con lo que el libro suele titularse “de la Interpretación”, esto es más
aceptable como título, más literario, pero menos literal, no pone de relieve
que la susodicha preposición tiene un claro contenido que se aproxima a nuestro
“a propósito de…”, “a cerca de…”; es decir que el libro trata de la
interpretación de la interpretación, muy en línea con el pensamiento que
estamos desarrollando.
4.
Un ejemplo claro (y negativo)
de esta evidente posición filosófica lo tenemos en el eruditísimo libro de J.
A. Pagola: “Jesús, una Aproximación Histórica”. Ya empieza a ser extraño que se
pueda hacer una “aproximación” histórica a una figura tan lejana en el tiempo y
tan controvertida como Jesús de Nazaret. Pero hay más; la lectura atenta del
libro, cuidadísimo como digo, lleno de erudición, de documentación y de
estudio, hace ver que, finalmente (como no podía ser de otra manera) se trata
de una evidente interpretación, quizá incluso más alejada de los textos y más
próxima al horizonte cultural del autor que otras interpretaciones. Para
analizar este caso, habría que escribir un trabajo tan largo como éste, por lo
que ello está fuera del ámbito del presente ensayo. No es pues una acusación el
que el libro sea una interpretación, pues que todos lo son, sino que el título
sea una ilusión del autor (o, más improbablemente, un fraude) hablando de
“aproximación histórica” y poniéndose a sí mismo por encima de las
interpretaciones.
5.
Inmediatamente después de
responder a la pregunta “¿Qué interpretan las interpretaciones?” y dar la
respuesta más arriba indicada, surge una protesta: ¡Pero esto es un retorno al
infinito! Las interpretaciones de las interpretaciones de las… no tienen término
alguno y si vemos finalmente el ser en el inexistente final de la cadena, esta
interpretación ¡nos hace caer en el nihilismo! Veremos que ello no es
necesariamente el caso, que otras posibles conclusiones existen (daremos un
contraejemplo de esta afirmación tan general en las reflexiónes 18 y 19). El
fenómeno ha sido estudiado profusamente por el pensador francés Jacques Derrida
(“de la Grammatologie”) el cual ha dado a este proceso el nombre de
“diferancia”, término derivado del verbo “diferir” y que no se debe confundir
con el vocablo “diferencia” que en francés se pronuncia de la misma manera.
6.
¿Cómo podemos aplicar estas
ideas a la hermenéutica del evangelio, de la buena noticia de S. Marcos? Bien, para empezar, fijémonos en el
primer versículo del primer capítulo: “Comienza la buena noticia de Jesucristo hijo de Dios”. Es natural interpretar
que la afirmación de que algo sea una buena
noticia es en sí misma una interpretación; para el Sanedrín, por ejemplo,
no se trataba de una buena noticia, sino de una blasfemia (en una
interpretación diferente). En passant,
ello nos trae a la memoria la afirmación de Bertrand Russell: “Toda idea
importante u original parece al principio una blasfemia”.
7.
Pero, naturalmente, no se
trata sólo del primer versículo del primer capítulo, sino de todo el libro:
para exponer su interpretación, S. Marcos nos dice, ya desde los primeros
capítulos, que, para él, Jesús de Nazaret fue anunciado por los profetas, es el
señor de la salud y de la enfermedad, señor de los demonios, purifica lo impuro
(y no al revés, como afirmaba la ley a propósito del común de los mortales) en
el capítulo 1, tiene el poder de perdonar los pecados, es señor de la ley
(particularmente de la ley del sábado) en el capítulo 2, más o menos por ese
orden.
8.
Aún hay más: en el capítulo 3,
se presentan otras interpretaciones sobre la naturaleza de Jesús, opiniones
diferentes de la del autor:
8.1. su familia piensa que está loco (3, 20 y 31). La diferente opinión
se refuta haciendo notar que la verdadera familia de Jesús, su padre y su
madre, sus hermanos y sus hermanas son los que le siguen, los que están a su
alrededor.
8.2. los escribas y fariseos piensan que está endemoniado (3,22).
También esta opinión es refutada considerando que el reino de las tinieblas no
puede de ningún modo estar dividido contra sí mismo.
8.3. Sólo los demonios tienen la misma interpretación de S. Marcos (3,
11). Su interpretación no se contesta, se considera válida.
9.
Mas, en línea con nuestra
interpretación ¿qué es lo que interpreta S. Marcos? Los expertos en el tema,
entre los cuales no me cuento, nos dicen que muy probablemente la buena noticia
de S. Marcos es la interpretación de las palabras oídas a Pedro, el príncipe de
los apóstoles. Aquí se ve como el acto de escribir un texto sea también, y quizá
principalmente, un proceso interpretativo, como ya dijera Aristóteles.
10. Y ¿qué es lo que interpreta Pedro? Para responder a esta pregunta
y a la formulada en el número anterior, hace falta reflexionar un poco sobre el
fenómeno mismo de la interpretación. Para ello iremos de la mano del pensador
que, a nuestro juicio, ha profundizado más en este tema: Hans Georg Gadamer,
aunque sin perder de vista otros pensadores importantes en este importante
tema, desde S. Agustín de Hipona hasta Heidegger, pasando por Espinoza,
Schleiermacher y tantos otros[2].
11. Se suele reconocer universalmente a Gadamer el mérito de haber
considerado el problema de la interpretación con una mirada realista. Me
explico: hasta él, el objetivo principal, más o menos confesado de los autores,
era el de encontrar una técnica, un método para evitar los prejuicios en el
acto de la interpretación. Para Gadamer, este objetivo es ilusorio, irrealista,
el ser humano no puede pasarse de ellos, empezando por el prejuicio (que
ciertamente lo es) del significado de las palabras del texto interpretado, como
señala Witgenstein haciendo la crítica de la duda metódica cartesiana (Ludwig
Wittgenstein, Über die Gewissheit). Para el autor de “Verdad y Método” la
interpretación es la fusión de dos horizontes: el del texto y el del cuadro
cultural del lector (o del autor, según los casos).
12. He observado, en apoyo de esta idea, como en las clases de
teología bíblica, la exégesis de los alumnos oscila entre dos peligros
extremos, como entre Escila y Caribdis:
12.1. Por un lado, el peligro de una interpretación literal, muy
encorsetada en el texto, como si el estudiante careciera de ideas a propósito
del contenido del mismo. Es el objetivo (ilusorio) de una interpretación
carente de prejuicios, el horizonte personal del autor está siempre presente.
Por ejemplo, en el caso antes citado de J. A. Pagola encontramos un horizonte
cultural que podríamos vagamente denominar como “Mayo del 68” y que en el
citado libro tiene un peso muy superior a los textos y a los conocimientos históricos,
aunque pretenda hacerlos pasar por una “aproximación” histórica.
12.2. Por otro lado, y más frecuentemente, el estudiante afirma en su
interpretación exactamente lo mismo que si la lección, con todos los
conocimientos impartidos, no hubiera tenido lugar, dando a veces la impresión
de que el alumno no ha leído ni siquiera el texto, tanto expresa sus ideas
previas sobre el texto que estudia.
13. Entre estos dos peligros extremos, se sitúa una interpretación más
razonable que teniendo ciertamente presente el texto bajo exégesis, aplica los
conocimientos del exegeta adquiridos previamente. Esta es la fusión de
horizontes aludida por Hans Georg Gadamer. Navegando, incluso inteligentemente,
entre los dos peligros señalados, no se puede evitar que dos interpretaciones
del mismo texto difieran a causa de las diferencias de los horizontes
culturales previos de los exegetas.
14. Es importante, por consiguiente, tener presente el horizonte
cultural de S. Marcos, previo a la redacción de (a la interpretación dada en)
su evangelio, y los expertos en la materia lo hacen profusamente con toda la
erudición de que son capaces. No estoy en situación de juzgar competentemente
dicho horizonte pre-interpretativo; al parecer S. Marcos fue un judío helenista
que escribía para los romanos (quizá desde Roma) etc.
15. Pero no sólo. Al lado del “texto”, oral sin duda, de las palabras
de Pedro, junto con otros documentos que S. Marcos podría haber conocido, se
funde una experiencia de vida en el cristianismo naciente, que los expertos en
profetismos llaman una actitud medrásica (A. Rodriguez Carmona, “La Religión
Judía”). Dicha actitud que intenta dar coherencia a todas las percepciones del
ser humano, textos, vivencias y pre-juicios (juicios previos, Vorurteil), es lo
que S. Agustín de Hipona llama la “subtilitas adhibendi” (S. Agustín, “De
Doctrina Christiana”). Esta actitud se pone ya de manifiesto en el primer
capítulo con la cita de la profecía de Isaías.
16. Pero lo importante en el caso de la lectura de los no expertos
como el presente autor, está en ser bien conscientes de que la buena noticia que leemos, y los
detalles y razones que la acompañan, son una interpretación. Una interpretación
¿de qué? Bien, si los expertos no se equivocan, se trata de la interpretación
(desde el horizonte cultural y las vivencias marquianas) de las palabras de
Pedro. Naturalmente, dichas palabras son, a su vez, una interpretación.
Probablemente (aquí hay que dar la palabra a los entendidos) se trata de una
interpretación de la vivencia petrina, una vivencia rica, extensa e intensa,
fundida en el horizonte cultural de un judío sin formación particular (pescador
en el Tiberíades) pero con los prejuicios típicos de la Palestina de aquel
tiempo: espera mesiánica entendida como una liberación político – social etc.
17. En definitiva ¿Qué es lo que interpreta Pedro? Ciertamente la
vivencia al lado de Jesús desde su propio horizonte personal. Pero ¿qué es lo
que interpreta Jesús?
18. Y aquí nos topamos evidentemente con la cuestión principal de todo
este estudio, lo que va a mostrar como la diferancia no conduce necesariamente
al nihilismo: Jesús no escribió nada como tampoco lo hicieron otros renovadores
religiosos.
18.1. Pero en primer lugar tenemos sus palabras, recogidas
(interpretadas) en los logia de los evangelios apócrifos y los canónicos.
18.2. y en segundo lugar, y sobre todo, tenemos su vida, su actitud ante
el mundo de su tiempo, su anuncio del reino (según S. Marcos) y sobre todo, su
muerte y resurrección. Son interpretaciones de su vivencia de Dios, de su
bautismo, de su retiro en el desierto, de sus oraciones “en el monte”, de su
contacto con la gente de su tiempo, etc. Éstas son las interpretaciones sobre
las que versa la interpretación de Pedro.
18.3. Como resumen de esta idea
podríamos citar a Hans Urs von Balthasar: el Hijo es la hermenéutica del Padre[3].
19. De esta manera vemos como el regreso interpretativo de la
diferancia no nos conduce en absoluto al nihilismo, nos ilustra por el
contrario de los diferentes horizontes religiosos de Marcos, de Pedro y sobre
todo de Jesús de Nazaret en relación con su Padre. No podemos decir que todo
ello no sea nada, nihil; antes bien, transmite un mensaje profundamente
religioso, particularmente en lo que concierne la experiencia religiosa de
Jesús, Hijo de Dios, katá Márkon (según S. Marcos).
Granada Diciembre
del 2011
Julio
Moreno-Dávila
Profesor
invitado, Ateneo Regina Apostolorum, Roma
[1] Por supuesto
que no soy nihilista y estoy seguro de que hay hechos. Mi interpretación de la
frase de Nietzsche es “No hay hechos accesibles
directamente, solo opiniones a las
que podemos acceder”. En lo que sigue, la frase: “no hay hechos” se tomará
siempre en el sentido de esta nota. Por otro lado, también los hechos a los que
podemos acceder directamente están sujetos a interpretación, para el estudio de
este punto de vista, véase el opúsculo de Martin Heidegger: Ontologie Hermeneutik der Fakticität.
[2] Para un
excelente resumen de la historia de la hermenéutica se puede consultar el
librito de Jean Grondin, L’Herméneutique, Presses Universitaires de France,
2006
[3] Hans Urs von Balthasar: L’esprit de verité. Capítulo 1. Páginas
55-100. “L’Esprit Saint est l’exegèse di Fils tout comme le Fils est l’exegèse
du Père”
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