jueves, 20 de agosto de 2015



El Evangelio de S. Marcos
y
la Hermenéutica Contemporánea


En la diócesis de Lausanna-Ginebra-Friburgo (Suiza) se está procediendo este año a la lectura del evangelio de S. Marcos en grupos de una decena de personas. En el grupo moderado por mí se lee un capítulo cada quince días. A lo largo de las quincenas y de los capítulos, se me fueron ofreciendo estas reflexiones. Filosofar sobre un tema evangélico es inevitablemente hacer teología, cosa para la que no estoy preparado; espero que el lector comprenda que la ausencia en este pequeño trabajo de consideraciones teológicas (inspiración divina, etc.) no corresponde a una ausencia de criterio cristiano, sino a un deseo de evitar temas que están más allá de mi competencia.

1.     Empecemos con una terapia de choque: “No hay hechos, sólo interpretaciones” (Friederich Nietzsche, auch dem Nachlass, verano 1886 – otoño 1887). El pensador alemán reacciona contra los positivistas que pensaban que sólo existen los hechos y que todo lo demás son “interpretaciones” (en el sentido despectivo del término para los positivistas)[1]. Parece, como siempre, que estamos leyendo a un autor contemporáneo, cuando constatamos que Nietzsche escribió esas palabras hace casi siglo y medio.
2.     Pero entonces, uno se pregunta, si solamente hay interpretaciones ¿qué pueden ellas interpretar si no hay hechos? No he encontrado en el Nachlass de Nietzsche la respuesta a esta pregunta, bastante obvia por otro lado. Pero también es cierto, si queremos ser coherentes, que si sólo hay interpretaciones, no hechos, entonces las interpretaciones lo son… de otras interpretaciones.
3.     Como ocurre frecuentemente en filosofía, la solución de este aparente galimatías se encuentra ya implícita en Aristóteles; la obra, verdaderamente notable, “Acerca de la Interpretación” nos ilumina sobre este punto, adelantándose a la hermenéutica contemporánea 24 siglos aproximadamente. Y este adelanto se ve, fijándose en dos cosas importantísimas, si bien sólo implícitamente contenidas en esta obra, las cuales quiero resaltar aquí:
3.1.   La primera es el hecho de que el Estagirita habla principalmente de la interpretación que tiene lugar en el momento de la escritura de un texto, no sólo en el de su lectura. Esto hace a menudo que los tratados de hermenéutica no incluyan (erróneamente a mi juicio) el libro de Aristóteles como un verdadero tratado de esta ciencia, o que lo citen sólo de pasada, pensando que hoy sólo se puede hablar de la interpretación en la lectura y no en la escritura. Algunos estudiosos “disculpan” al Estagirita diciendo que el significado del término griego “hermeneías” no era el mismo que el del término actual en los leguajes hablados presentemente. Volveremos sobre este punto más abajo (reflexiones 7 y 13).
3.2.  La segunda constatación importante se refiere al título del libro mismo: “Sobre la Interpretación”. La traducción (que también es interpretación como ya dejara claro Paul Ricoeur) de la preposición “perí…” suele ser “de…” con lo que el libro suele titularse “de la Interpretación”, esto es más aceptable como título, más literario, pero menos literal, no pone de relieve que la susodicha preposición tiene un claro contenido que se aproxima a nuestro “a propósito de…”, “a cerca de…”; es decir que el libro trata de la interpretación de la interpretación, muy en línea con el pensamiento que estamos desarrollando.
4.     Un ejemplo claro (y negativo) de esta evidente posición filosófica lo tenemos en el eruditísimo libro de J. A. Pagola: “Jesús, una Aproximación Histórica”. Ya empieza a ser extraño que se pueda hacer una “aproximación” histórica a una figura tan lejana en el tiempo y tan controvertida como Jesús de Nazaret. Pero hay más; la lectura atenta del libro, cuidadísimo como digo, lleno de erudición, de documentación y de estudio, hace ver que, finalmente (como no podía ser de otra manera) se trata de una evidente interpretación, quizá incluso más alejada de los textos y más próxima al horizonte cultural del autor que otras interpretaciones. Para analizar este caso, habría que escribir un trabajo tan largo como éste, por lo que ello está fuera del ámbito del presente ensayo. No es pues una acusación el que el libro sea una interpretación, pues que todos lo son, sino que el título sea una ilusión del autor (o, más improbablemente, un fraude) hablando de “aproximación histórica” y poniéndose a sí mismo por encima de las interpretaciones.
5.     Inmediatamente después de responder a la pregunta “¿Qué interpretan las interpretaciones?” y dar la respuesta más arriba indicada, surge una protesta: ¡Pero esto es un retorno al infinito! Las interpretaciones de las interpretaciones de las… no tienen término alguno y si vemos finalmente el ser en el inexistente final de la cadena, esta interpretación ¡nos hace caer en el nihilismo! Veremos que ello no es necesariamente el caso, que otras posibles conclusiones existen (daremos un contraejemplo de esta afirmación tan general en las reflexiónes 18 y 19). El fenómeno ha sido estudiado profusamente por el pensador francés Jacques Derrida (“de la Grammatologie”) el cual ha dado a este proceso el nombre de “diferancia”, término derivado del verbo “diferir” y que no se debe confundir con el vocablo “diferencia” que en francés se pronuncia de la misma manera.
6.     ¿Cómo podemos aplicar estas ideas a la hermenéutica del evangelio, de la buena noticia de S. Marcos? Bien, para empezar, fijémonos en el primer versículo del primer capítulo: “Comienza la buena noticia de Jesucristo hijo de Dios”. Es natural interpretar que la afirmación de que algo sea una buena noticia es en sí misma una interpretación; para el Sanedrín, por ejemplo, no se trataba de una buena noticia, sino de una blasfemia (en una interpretación diferente). En passant, ello nos trae a la memoria la afirmación de Bertrand Russell: “Toda idea importante u original parece al principio una blasfemia”.
7.     Pero, naturalmente, no se trata sólo del primer versículo del primer capítulo, sino de todo el libro: para exponer su interpretación, S. Marcos nos dice, ya desde los primeros capítulos, que, para él, Jesús de Nazaret fue anunciado por los profetas, es el señor de la salud y de la enfermedad, señor de los demonios, purifica lo impuro (y no al revés, como afirmaba la ley a propósito del común de los mortales) en el capítulo 1, tiene el poder de perdonar los pecados, es señor de la ley (particularmente de la ley del sábado) en el capítulo 2, más o menos por ese orden.
8.     Aún hay más: en el capítulo 3, se presentan otras interpretaciones sobre la naturaleza de Jesús, opiniones diferentes de la del autor:
8.1.  su familia piensa que está loco (3, 20 y 31). La diferente opinión se refuta haciendo notar que la verdadera familia de Jesús, su padre y su madre, sus hermanos y sus hermanas son los que le siguen, los que están a su alrededor.
8.2.  los escribas y fariseos piensan que está endemoniado (3,22). También esta opinión es refutada considerando que el reino de las tinieblas no puede de ningún modo estar dividido contra sí mismo.
8.3.  Sólo los demonios tienen la misma interpretación de S. Marcos (3, 11). Su interpretación no se contesta, se considera válida.
9.     Mas, en línea con nuestra interpretación ¿qué es lo que interpreta S. Marcos? Los expertos en el tema, entre los cuales no me cuento, nos dicen que muy probablemente la buena noticia de S. Marcos es la interpretación de las palabras oídas a Pedro, el príncipe de los apóstoles. Aquí se ve como el acto de escribir un texto sea también, y quizá principalmente, un proceso interpretativo, como ya dijera Aristóteles.
10.  Y ¿qué es lo que interpreta Pedro? Para responder a esta pregunta y a la formulada en el número anterior, hace falta reflexionar un poco sobre el fenómeno mismo de la interpretación. Para ello iremos de la mano del pensador que, a nuestro juicio, ha profundizado más en este tema: Hans Georg Gadamer, aunque sin perder de vista otros pensadores importantes en este importante tema, desde S. Agustín de Hipona hasta Heidegger, pasando por Espinoza, Schleiermacher y tantos otros[2].
11.  Se suele reconocer universalmente a Gadamer el mérito de haber considerado el problema de la interpretación con una mirada realista. Me explico: hasta él, el objetivo principal, más o menos confesado de los autores, era el de encontrar una técnica, un método para evitar los prejuicios en el acto de la interpretación. Para Gadamer, este objetivo es ilusorio, irrealista, el ser humano no puede pasarse de ellos, empezando por el prejuicio (que ciertamente lo es) del significado de las palabras del texto interpretado, como señala Witgenstein haciendo la crítica de la duda metódica cartesiana (Ludwig Wittgenstein, Über die Gewissheit). Para el autor de “Verdad y Método” la interpretación es la fusión de dos horizontes: el del texto y el del cuadro cultural del lector (o del autor, según los casos).
12.  He observado, en apoyo de esta idea, como en las clases de teología bíblica, la exégesis de los alumnos oscila entre dos peligros extremos, como entre Escila y Caribdis:
12.1. Por un lado, el peligro de una interpretación literal, muy encorsetada en el texto, como si el estudiante careciera de ideas a propósito del contenido del mismo. Es el objetivo (ilusorio) de una interpretación carente de prejuicios, el horizonte personal del autor está siempre presente. Por ejemplo, en el caso antes citado de J. A. Pagola encontramos un horizonte cultural que podríamos vagamente denominar como “Mayo del 68” y que en el citado libro tiene un peso muy superior a los textos y a los conocimientos históricos, aunque pretenda hacerlos pasar por una “aproximación” histórica.
12.2. Por otro lado, y más frecuentemente, el estudiante afirma en su interpretación exactamente lo mismo que si la lección, con todos los conocimientos impartidos, no hubiera tenido lugar, dando a veces la impresión de que el alumno no ha leído ni siquiera el texto, tanto expresa sus ideas previas sobre el texto que estudia.
13.  Entre estos dos peligros extremos, se sitúa una interpretación más razonable que teniendo ciertamente presente el texto bajo exégesis, aplica los conocimientos del exegeta adquiridos previamente. Esta es la fusión de horizontes aludida por Hans Georg Gadamer. Navegando, incluso inteligentemente, entre los dos peligros señalados, no se puede evitar que dos interpretaciones del mismo texto difieran a causa de las diferencias de los horizontes culturales previos de los exegetas.
14.  Es importante, por consiguiente, tener presente el horizonte cultural de S. Marcos, previo a la redacción de (a la interpretación dada en) su evangelio, y los expertos en la materia lo hacen profusamente con toda la erudición de que son capaces. No estoy en situación de juzgar competentemente dicho horizonte pre-interpretativo; al parecer S. Marcos fue un judío helenista que escribía para los romanos (quizá desde Roma) etc.
15.  Pero no sólo. Al lado del “texto”, oral sin duda, de las palabras de Pedro, junto con otros documentos que S. Marcos podría haber conocido, se funde una experiencia de vida en el cristianismo naciente, que los expertos en profetismos llaman una actitud medrásica (A. Rodriguez Carmona, “La Religión Judía”). Dicha actitud que intenta dar coherencia a todas las percepciones del ser humano, textos, vivencias y pre-juicios (juicios previos, Vorurteil), es lo que S. Agustín de Hipona llama la “subtilitas adhibendi” (S. Agustín, “De Doctrina Christiana”). Esta actitud se pone ya de manifiesto en el primer capítulo con la cita de la profecía de Isaías.
16.  Pero lo importante en el caso de la lectura de los no expertos como el presente autor, está en ser bien conscientes de que la buena noticia que leemos, y los detalles y razones que la acompañan, son una interpretación. Una interpretación ¿de qué? Bien, si los expertos no se equivocan, se trata de la interpretación (desde el horizonte cultural y las vivencias marquianas) de las palabras de Pedro. Naturalmente, dichas palabras son, a su vez, una interpretación. Probablemente (aquí hay que dar la palabra a los entendidos) se trata de una interpretación de la vivencia petrina, una vivencia rica, extensa e intensa, fundida en el horizonte cultural de un judío sin formación particular (pescador en el Tiberíades) pero con los prejuicios típicos de la Palestina de aquel tiempo: espera mesiánica entendida como una liberación político – social etc.
17.  En definitiva ¿Qué es lo que interpreta Pedro? Ciertamente la vivencia al lado de Jesús desde su propio horizonte personal. Pero ¿qué es lo que interpreta Jesús?
18.  Y aquí nos topamos evidentemente con la cuestión principal de todo este estudio, lo que va a mostrar como la diferancia no conduce necesariamente al nihilismo: Jesús no escribió nada como tampoco lo hicieron otros renovadores religiosos.
18.1. Pero en primer lugar tenemos sus palabras, recogidas (interpretadas) en los logia de los evangelios apócrifos y los canónicos.
18.2. y en segundo lugar, y sobre todo, tenemos su vida, su actitud ante el mundo de su tiempo, su anuncio del reino (según S. Marcos) y sobre todo, su muerte y resurrección. Son interpretaciones de su vivencia de Dios, de su bautismo, de su retiro en el desierto, de sus oraciones “en el monte”, de su contacto con la gente de su tiempo, etc. Éstas son las interpretaciones sobre las que versa la interpretación de Pedro.
18.3.  Como resumen de esta idea podríamos citar a Hans Urs von Balthasar: el Hijo es la hermenéutica del Padre[3].
19.  De esta manera vemos como el regreso interpretativo de la diferancia no nos conduce en absoluto al nihilismo, nos ilustra por el contrario de los diferentes horizontes religiosos de Marcos, de Pedro y sobre todo de Jesús de Nazaret en relación con su Padre. No podemos decir que todo ello no sea nada, nihil; antes bien, transmite un mensaje profundamente religioso, particularmente en lo que concierne la experiencia religiosa de Jesús, Hijo de Dios, katá Márkon (según S. Marcos).
Granada Diciembre del 2011
Julio Moreno-Dávila
Profesor invitado, Ateneo Regina Apostolorum, Roma



[1] Por supuesto que no soy nihilista y estoy seguro de que hay hechos. Mi interpretación de la frase de Nietzsche es “No hay hechos accesibles directamente, solo opiniones a las que podemos acceder”. En lo que sigue, la frase: “no hay hechos” se tomará siempre en el sentido de esta nota. Por otro lado, también los hechos a los que podemos acceder directamente están sujetos a interpretación, para el estudio de este punto de vista, véase el opúsculo de Martin Heidegger: Ontologie Hermeneutik der Fakticität.
[2] Para un excelente resumen de la historia de la hermenéutica se puede consultar el librito de Jean Grondin, L’Herméneutique, Presses Universitaires de France, 2006
[3] Hans Urs von Balthasar: L’esprit de verité. Capítulo 1. Páginas 55-100. “L’Esprit Saint est l’exegèse di Fils tout comme le Fils est l’exegèse du Père”

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