miércoles, 24 de noviembre de 2010


ADVIENTO
TIEMPO DE ESPERA Y PREPARACION

Un tiempo de espera de la Navidad, que orienta hacia el retorno escatológico y glorioso del Señor Jesús.

Las palabras del Señor “estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor...” (Mt 24,42) son una invitación a una disposición de vigilancia activa, porque “a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre” (Mt 24,44). Esta disposición de vigilancia activa la tenemos también indicada en las parábolas del mayordomo infiel (Mt 24,45-51), de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), y de los talento (Mt 25,14-30). Esta insistencia del Señor nos debe hacer reflexionar.

La vigilancia se realiza en un clima de amor fiel, de espera ansiosa (como la madre que espera la vuelta del hijo o la esposa la del esposo), de sacrificio. El grito de anhelo del libro del Apocalipsis “Ven, Señor Jesús” (Apc 22,20) sintetiza la actitud radical del cristiano. Se trata de una súplica cordial, mezcla de llanto y esperanza, un ruego a Jesús para que venga pronto a visitarnos. Vigilancia constante para evitar la idolatría (dinero, poder, situarse como sea, instalarse en este mundo, activismo...). Pedir la gracia de sentir que estamos de paso. “Es en una peregrinación donde Dios, Nuestro señor, nos ha puesto para que caminemos a la celestial patria” (San Ignacio de Loyola).

Y activa. El grito del Bautista en el desierto “Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca... Este es el anunciado por el profeta Isaías cuando dice: ... Preparad el camino del Señor...” (Mt 3,3). La invitación del Bautista nos estimula a tener una disposición de espera activa y eficaz. No esperamos la parusía -la final y la de nuestra vida en la tierra- con los brazos cruzados, sino poniendo en juego todos nuestros recursos para preparar la venida del Señor.

Esta disposición de vigilancia activa nos lleva al compromiso cristiano en el mundo en que ahora nos toca vivir, sin detenernos en lamentaciones estériles. El esfuerzo humano para contribuir a la construcción de un mundo mejor (más justo, más humano, donde reine la paz y la fraternidad) hará que el mundo vaya madurándose y preparándose para la transformación definitiva al final de los tiempos. De esta forma, la “preparación del camino del Señor” se convierte para toda persona cristiana en una urgencia constante de compromiso en la vida, de dedicación a cambiar el mundo. La espera de la venida de Cristo no debe ser motivo de alienación, de fuga del mundo... sino que debe estimularnos a todos a una mayor integración en el trabajo humano. No debemos caer en un espiritualismo desencarnado, porque es imposible amar a Dios sin amar a los demás.

El Adviento nos conduce a anhelar el retorno del Señor Jesús; pero las noticias sobre nuestro mundo injusto, donde impera tanto egoísmo, tanto odio y tanta discordia, debe estimularnos a todos a luchar con Cristo contra la situación en que vivimos. Y preguntarnos: ¿qué compromiso concreto adoptar en este Adviento? ¿Cómo trabajar, cada cual en su parcela por pequeña que sea, para que en este mundo triunfe la justicia, el amor y la paz, que son características del Reino de Dios?

El Adviento es un tiempo hermoso. Para los que buscan sinceramente el rostro de Dios es un acontecimiento irrepetible, cargado de consuelo y esperanza, que es como un preludio del gran acontecimiento de nuestro encuentro definitivo con Jesús, el que debe ser el único Señor de nuestra existencia.

Termino recordando la plegaria de los primitivos cristianos, que es el anhelo de la Iglesia peregrina: “Marana tha! ¡Ven, Señor Jesús!”. Como leí en un liturgista autorizado, tendríamos que “descongelar” esto que decimos y cantamos. Cuando decimos “¡Ven, Señor Jesús!” tendríamos que sacarlo de nuestra rutina para creerlo y anhelarlo de verdad.

ADJUNTAMOS TRES PRESENTACIONES SOBRE TIEMPO DE ADVIENTO
P. Luciano Gil Japón (S.I)

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