martes, 4 de enero de 2011

COMENTARIO A UNA ESPLÉNDIDA BIOGRAFÍA
DE HENRI CAFFAREL

 
Hermenegildo de la Campa, S.I. Consiliario E.N.S.


He leído con interés el libro: Henri Caffarel, un hombre cautivo de Dios, por Jean Allemand, Ed. PPC,  Madrid, 2010, 256 pp. y no me puedo contener y empiezo la presentación del libro con su efusiva alabanza y con el consejo entusiasta de que lo lean todos los equipistas de Granada.

Cuando se estudia la enseñanza que la Iglesia nos ofrece para entender la fe cristiana y vivirla, la vemos constituida por tres elementos: la Biblia, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La Biblia es fácil de presentar: Antiguo y Nuevo Testamento. Lo mismo el Magisterio: el extraordinario que son los Concilios Ecuménicos y el Magisterio ordinario. Más compleja y polivalente es la Tradición de la Iglesia pues es todo lo que la Iglesia va elaborando y ha elaborado en 2000 años. Pero cuando nos queremos aclarar las ideas vemos que todo ese ingente testimonio de la Tradición lo simplificamos en cuatro componentes: Textos Litúrgicos, Santos Padres, Vida y Doctrina de los Santos y Reflexión Teológica.
   
Ahora nos toca presentar un testimonio espléndido de la doctrina y la vida de un santo, todavía no canonizado pero que, para los equipistas, es nuestro ejemplo y maestro. Todo  miembro de los Equipos de Nuestra Señora sabe ya mucho del Padre Caffarel y sobre todo de su enseñanza que se concreta en su gran carisma de fundar el Movimiento de los Equipos de Nuestra Señora, en el París de los años de la Segunda Guerra Mundial.
   
Pero la vida de Caffarel es tan rica y la creación de los movimientos que él creó es tan polifacética que conviene conocerlas en plenitud y tal como hoy nos la pueden explicar los que lo conocieron en intimidad y en profundidad.  La vida de Caffarel es muy fértil y ya con solo acercarnos a su familia: en su familia, en cien años, brotó la vocación sacerdotal 14 veces. Un tío abuelo presbítero fue mártir en la Revolución de los Pontones de Rochefort.
   
Aprendió la segunda enseñanza en un colegio de Maristas, sobresalía en matemáticas. Empezó la carrera de Derecho. En su vida no gozó de gran salud. Débil de cabeza, interrumpió sus estudios universitarios. Busca su futuro, delibera, ¿sería jesuita? La vida contemplativa le atrae, ¿tal vez sería trapense?  Lo que sí es cierto es que estuvo año y medio en la mili. Estamos en el período entre las dos Guerras Mundiales con toda su complejidad, con toda su riqueza. Se piensa, se teme, se proyecta.
   
El padre Caffarel capta lo que bulle en el ambiente, en la Iglesia en los años de la Resistencia. Desde principio del siglo XX ya hay en Francia un creciente pensamiento de que el matrimonio es una vía de santidad.  Dos libros tuvieron una influencia notable: el del Padre Carré, Compagnons d’éternité y el testimonio de vida del varón casado Christian, Ce Sacrament est grand. Caffarel avanza y supera. Tiene una gran vocación de escritor y funda la revista Foyers y después  L'Anneau d’Or.

Él presenta su visión cristiana del matrimonio. La anterior a él era más social, psicológica y moral, la de Caffarel es más metafísica –lo carnal y lo espiritual-, más teológica –el matrimonio en la historia de la salvación- y más mística –construir matrimonios menos preocupados por la moral que por la vida-.
   
Va madurando, sale de Francia, viaja a Egipto. Tiene una vocación al servicio del matrimonio pero no menor al acompañamiento de las viudas. Funda la Agrupación Espiritual de las Viudas. El 8 de septiembre de 1946 –un año después de acabar la guerra- trescientas viudas estaban unidas en oración en Lourdes: "Nosotras las viudas te ofrecemos el sacrificio de nuestro amor...”
   
Para Caffarel todavía no hay fórmulas definitivas. Lo definitivo es su anuncio de “conducir a los cristianos a la santidad, a los cristianos casados en y por su sacramento del matrimonio...” Lleva adelante cuatro movimientos –el último, Hogares de Cristiandad- y tres revistas. En 1947 redacta la Carta Fundacional de los Equipos de Nuestra Señora. Los equipos cruzan la frontera y llegan a Bélgica. Se ensayan los Equipos por correspondencia.
   
El amor humano es ya un “misterio”, es decir, una obra divina. Se perfila la Sentada. Un detalle muy didáctico y, entre nosotros hoy poco frecuentado: se pide llevar un cuaderno donde se anote lo más importante de ella, lo  que convenga recordar. Para Caffarel el anuncio que hace su celo apostólico sobre la pareja no es una moral, es el anuncio del amor de Dios.
   
Surgen problemas y más problemas. El movimiento se internacionaliza. ¿Una dirección nacional en cada país o una dirección única? “¿Son los equipos un Movimiento de iniciación a la vida cristiana en el matrimonio o bien un movimiento de perfección cristiana?” Caffarel responde “Las dos cosas”.  
   
Característica permanente de Caffarel es la importancia que da a la oración. Surgen problemas y acude a la oración: “¡Demos gracias a Nuestra Señora! y también a los 400 miembros de los equipos que, en distintos países, hacen una hora nocturna de oración al mes, desde el día en que ante las graves dificultades ocurridas en Bélgica, decidimos instituir la oración nocturna” (p. 136). Acudir a la oración en las horas inseguras.
   
Caffarel está persuadido que la oración se enseña y se aprende. Enseñar a orar es una constante de toda su vida. Por eso en la espiritualidad de los equipos la oración es actividad relevante. Para enseñar a orar lo más directo es conocer a Dios, como para educar el sentido estético lo mejor es contemplar obras de arte. No teorías sobre cada cuadro, cada escultura, sino situarse delante de esas obras de arte y captar su belleza, emocionarse ante su perfección extraordinaria. Esa actividad docente de la oración la realiza en los Cuadernos sobre la oración que publica y en 1990 envía una carta a todos los suscriptores informándoles: “La amistad nos incita hoy a hablaros de nuestros proyectos y de nuestras actividades, para confiarlos a vuestra oración fraternal. Estamos muy impacientes por responder a esta profunda aspiración a la oración que muchos varones y mujeres ponen de manifiesto. Intentamos hacerlo a través de libros, -varios están en fase de preparación- y de las Semanas de oración que tienen lugar en Troussures, todo el año” (p. 238).  El libro de aquella época más relevante es: Mística natural y mística sobrenatural.
   
Caffarel es contemporáneo al Concilio Vaticano II. Pero hay más, hay quien ve el pensamiento de Caffarel expresado en párrafos del Decreto del apostolado de los seglares. Sólo un ejemplo: nº 19 “Guardada la relación debida con la autoridad eclesiástica, los seglares tienen el derecho de fundar, dirigir y dar su nombre a asociaciones...” Y en el número 24 del Decreto: “Hay en la Iglesia muchas obras apostólicas constituidas por libre elección de los seglares y dirigidas por su prudente juicio. En determinadas circunstancias, la misión de la Iglesia puede cumplirse mejor con estas obras, y por ello, no es raro que la jerarquía las alabe o recomiende” (p. 136).
   
No omite el autor un dato revelador de la altura espiritual de Caffarel y de su visión de cada momento. Caffarel se jubiló en el momento que él creyó más oportuno. No es que se dedicara a la inacción o a descansar. Se jubila de la dirección del Movimiento de los Equipos de Nuestra Señora. Pasa el testigo en 1973. Tiene setenta años. Abandona París y se retira a Troussures. Es una casa en el campo que se la ofrecieron para casa de oración. Allí da los cursos y semanas de oración.

La vejez avanza y su salud se debilita pero sigue trabajando. Puede seguir hasta 1996, en que graves problemas de salud obligan a su hospitalización. Toma disposiciones testamentarias. De nuevo se hospitaliza en Beauvais, fallece el 18 de septiembre de 1996. El 19 se tiene una Eucaristía en la capilla de Trousseres. Es enterrado en el pequeño cementerio cercano. Todo intimidad y sencillez.
   
La impresión total que se saca de la lectura de esta biografía es que Caffarel es uno de los grandes profetas del siglo XX. Los que seguimos la espiritualidad en los Equipos de Nuestra Señora nos debemos sentir muy agradecidos a Dios, que nos ha situado en la órbita de influencia de tal ilustre vocero de que la santidad es para todos los casados.    
   
Con todo, y no hay necesidad de concretar mucho, la espiritualidad y la visión que Caffarel tiene de la Iglesia, en mitad del siglo XX, no es la que nosotros podemos tener ya hoy en el siglo XXI, enriquecida por todos los avances y movimientos que se han dado desde los comienzos de Caffarel hasta el día de hoy. Los avances del movimiento litúrgico,  todo el movimiento de los nuevos catecismos en el siglo XX, la más plana recuperación de la Biblia, la difusión de la Lectio Divina, como método de oración, que Benedicto XVI ha presentado en su última exhortación pastoral Verbum Domini y que nosotros incluso aquí en Granada, conocemos en más profundidad por el testimonio de Semillas, Asociación Bíblica de Sevilla, con sus publicaciones y con su revista Según tu Palabra, la incorporación de los seglares y de la mujer al quehacer teológico y muchos carismas más debemos irlos sumando al mensaje, espléndido, genial, pionero del Padre Henri Caffarel.

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