jueves, 23 de septiembre de 2010

VENID Y LO VERÉIS

La convivencia entre el hombre y la mujer se está manifestando en el mundo en que vivimos de una manera especial. Hay parejas que parecen estar en perfecta sintonía, que vibran en la misma longitud de onda; hay parejas que parecen vivir disociadas, cada uno por su lado; hay parejas que se esfuerzan en buscar los puntos de coincidencia entre los dos; hay parejas que tratan de agradarse mutuamente; hay parejas que se están exigiendo siempre más...

Y los cristianos, ¿qué podemos hacer? ¿Qué se nos ocurre mientras una tras otras las imágenes de mil adulterios, separaciones, divorcios, niños repartidos por semanas entre el padre y la madre, bodas comerciales, fastuosas exclusivas de anuncios de enlaces, separaciones, etc. pasan ante nuestros ojos, incluso sin poder hacer zapping, porque en todas las cadenas se habla de lo mismo, y puede que más cargado de bombo.

La solución es difícil. Si no fuera así, alguien habría puesto ya remedio. Es mucha la presión del medio ambiente para nadar contra corriente. Sin embargo, las personas que de verdad están preocupadas por su felicidad en el matrimonio (que son muchísimas) tienen derecho a saber que en su misma esencia está la raíz de su felicidad. Al final el matrimonio no es más que un acuerdo entre dos personas, hombre y mujer, que se quieren, y que quieren buscar ser felices el uno con el otro. Esto quiere decir que la decisión es absolutamente dependiente de ellos dos, y de nadie más. Por lo tanto, la felicidad hay que buscarla profundizando en los contenidos de las promesas que se hicieron el día de su boda.

Esto, que parece una simpleza, no lo es tanto, porque la felicidad entre los humanos es como una planta que se siembra, a la que hay que darle buena tierra, abono y agua según lo necesite, y cuidarla a diario, y protegerla, y no ponerla a la intemperie porque se puede helar o agostar. En realidad el amor que nació un día, que consiguió un estado de satisfacción el día de la boda, necesita su cuidado, precisamente porque somos humanos, y todavía no hemos conseguido ningún producto que no se desgaste.

En la Iglesia Católica han surgido movimientos preocupados por esta cuestión, uno de los cuales son los Equipos de Nuestra Señora, que se nutre de cristianos casados que pretenden alcanzar el amor, la felicidad y la santidad... (sí, la santidad, ¿por qué no?) en su estado matrimonial. Su objetivo es vivir en pequeña comunidad la fe que recibieron en su bautismo, porque la vida de la fe en solitario no conduce a ningún sitio.

Unos aprenden de otros, unos comparten sus éxitos y dificultades con otros, y ayudan y se sienten ayudados por los demás. Claro que primero en el terreno humano, pero al final también en el terreno espiritual. Aprenden a vivir en equipo marido y mujer, lo cual ya es un reto notable; lo aprenden gradualmente, lo experimentan poco a poco, y encuentran satisfacción al poderse ayudar entre sí poniendo en común todas sus experiencias, que abren los ojos de los demás. Pero unos a otros se animan a ir puliendo y consensuando los modos de construir un estilo nuevo.

El Movimiento de los Equipos de Nuestra Señora les ofrece unos medios y una pedagogía para que los objetivos de amor, felicidad y santidad se vayan alcanzando progresivamente. Cada uno está en un momento histórico de su vida, y a nadie se le exige que deba realizar más cosas que las que su realidad actual le permite, por eso normalmente los esposos se sienten a gusto porque nadie les agobia; este es un ingrediente muy importante de la felicidad.

Descubrirse el uno al otro es otro de los factores clave para entender a los Equipos, y este descubrimiento se lleva a cabo en un diálogo profundo entre el marido y la mujer, en la presencia del Señor, donde solamente puede aflorar el amor del uno hacia el otro y hacia los hijos y la familia, y del que sale una especie de convencimiento de por qué las cosas deben ser de una manera o de otra si lo que se busca es el beneficio del ser amado. El amor se refuerza en este diálogo constructivo, motiva a los dos y clarifica cuestiones que de otra manera podrían quedar oscuras o mal interpretadas.

El estilo de los Equipos es el de los cristianos que se aman, no solamente entre sí los esposos, sino que se aman entre los miembros que componen un Equipo. Tienen como patrona a Nuestra Señora, la Virgen María, modelo de prudencia y de entrega, que como Madre de Jesús es invocada a diario recordando aquellas palabras suyas del Magnificat, la oración, en los Equipos.

Recordamos las palabras de Jesús a Andrés y Juan: "Venid y lo veréis". Sí, para conocer más y mejor a los Equipos os invitamos: Venid y lo veréis. Estamos abiertos a todos los matrimonios cristianos. Si deseáis conocernos, venid y lo veréis…

Os esperamos en el teléfono 958 202 540 o en el email: mcambil@gmail.com


Miguel y Paquita Cambil-Medina
Responsables del equipo de difusión.

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