lunes, 18 de octubre de 2010

LA SOLEDAD EN LOS EQUIPOS


El artículo “Matrimonio y Soledad” de Julio y Eugenia, inspirado en la obra del P. Caffarel, induce a una reflexión sobre la dialéctica entre la soledad intrínseca a la “identidad personal” o del “yo” y la necesaria “apertura al otro”, como individuos sociales que somos. Es un movimiento sístole-diastólico de receptividad y descarga, que indica vitalidad y enriquecimiento personal en quien busca nuevos horizontes para combatir el aislamiento, romper con la rutina y encontrar sentido a la vida, si es que hay voluntad de “buscar juntos”.

El hecho de ser distintos, únicos e irrepetibles no implica que se pueda vivir permanentemente en un aislamiento solitario; antes bien, obliga al encuentro con los demás. Así, tanto en la adolescencia, donde con fuerza aparece la necesidad de autoafirmación del yo, como en la etapa adulta de la vida, el desarrollo personal requiere, necesariamente, compartir ideas, afectos y valores para vencer la miseria del aislamiento solitario y enriquecer la soledad de nuestra identidad.

La vida de los Equipos de Nuestra Señora (ENS) es un escenario magnífico para el progreso personal con la ayuda de los otros; porque tanto los bienes, que en sus actividades se intercambian para buscar la santidad con la ayuda de los demás, -los más nobles de la condición humana-, como sus estrategias, permiten que el matrimonio cargue cada mes su equipaje al realizar las tareas y compromisos que se proponen, al preparar la puesta en común, orando juntos, y al esforzarse por conseguir los retos personales de mejora que cada uno postula, para después depositarlo en la Reunión del Equipo, asistiendo a ella con la disponibilidad de disfrutar y recoger las riquezas aportadas en los equipajes de los otros matrimonios, y recibir así la energía suficiente para avanzar en la superación de la perturbadora y constante soledad. La idea que promovió este Movimiento no pudo ser más acertada: “¿Qué buscáis?... busquemos juntos” .

El individuo a nivel de matrimonio o el matrimonio a nivel de Equipo, que adopta una actitud pasiva, no aportando absolutamente nada, se sitúa al margen del espíritu del Movimiento. Pero ¿se puede aportar algo cuando no se ha meditado, vivido y compartido durante el mes el contenido del tema de estudio en el hogar de cada matrimonio? ¿Acaso el aislamiento y soledad entre los miembros del matrimonio, -propio de quienes no ponen en común durante el mes las sugerencias, reflexiones, compromisos y esfuerzos que se sugieren en cada tema de estudio-, no es la causa de la soledad que se palpa en las reuniones cuando falta la aportación de algún matrimonio?

Si hay pasividad, surge la soledad y la tentación de huida hacia otros horizontes (pasatiempos o juegos) y el consiguiente deterioro o abandono del movimiento de los ENS. La vida y la permanencia de los Equipos es incompatible con el aislamiento de los individuos y de los matrimonio. El reconocimiento y el respeto a la privacidad y a las circunstancias personales de cada uno, no es ninguna excusa para la pasividad. Estamos obligados siempre al esfuerzo, a la participación y a la comunicación, en la medida de nuestras posibilidades, porque ayudan a todos en la vida personal y en la comunitaria propia de los ENS, de lo contrario pierden sentido las reuniones, aparece la rutina y con ella el desánimo, y a la larga la desaparición del Equipo.

José y Pilar Gómez-Correal
Granada (B-57)

2 comentarios:

Julio dijo...

Querido Pepe, estoy pefectamente de acuerdo en que la pasividad de tanta gente nos lleva, a ellos, a sus coequipistas y por supuesto a su cónyuge a la soledad. Totalmente de acuerdo.
Sin embargo, en el mundo en que vivimos, en este sur de España del siglo XXI, la pasividad no es lo único ni siquiera lo peor que nos lleva a la soledad. Por supuesto me estoy refiriendo a la falta de ESCUCHA, esta es la palabra clave. Tú puedes ser todo lo activo que quieras, pero si no adoptas una situación de escucha, una situación humilde en la que admites que tus coequipistas, que tu cónyuge tiene algo que decir que es esencial que tú comprendas, toda tu actividad puede ser incluso más negativa que positiva en este dominio ¡Qué faltos estamos todos aquí y en este siglo XXI de una actitud de escucha! Si todo va bien (dice una conocida mía) nadie escucha, todo el mundo espera su turno para hablar pensando qué es lo que va a decir; si todo va mal... todo el mundo habla al mismo tiempo. Quien viene del extranjero ddespués de 40 años ve dolorosamente que así es. Falta el respeto por el otro, el reconocimiento de su valor, su estima; pero ya sabemos: es un extranjero, es un forastero, no tiene estudios, "no es más que una mujer" (o "todos los hombres son iguales"). En suma callemos, de acuerdo, Pepe, que eso no es pasividad, pero cayemos, escuchemos.
¡Gracias por tu escucha!
Julio.
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José Gómez dijo...

Amigo Julio, gracias por tu comentario. Efectivamente, la falta de escucha es otra actitud, además de la pasividad, que induce a la soledad. Pero yo diría que es una forma de pasividad, porque para escuchar al otro hay que esforzarse en abrirse a lo ajeno, que es ya una actividad. Estos vicios son difíciles de superar en la mentalidad occidental porque llevan arraigados en ella desde el siglo XVII. El padre del modernismo, Renato Descartes, inauguró el “solipsismo” o la soledad del individuo, al defender que sólo hay que aceptar como real lo que sea claro y distinto a la mente del sujeto que piensa. Y después de él, el resto de filósofos modernos han pensado de la misma manera, “han ido por libre” y no han asumido ni un mismo criterio de verdad para todos, ni una verdad común. Cada uno ha establecido el suyo como regla en su camino (método) de interpretación, afirmación y aceptación de lo real. Y así, cada cual ha bailado a su modo, unos han afirmado verdaderas la existencia de realidades exteriores al sujeto humano, otros sólo las impresiones que de esas realidades exteriores mi mente tiene, negando que existan realidades en sí, exteriores al sujeto humano sin que éste las pueda evidenciar. Los objetos que se han afirmado como reales son los que el sujeto humano ha construido, tras aplicar las categorías lógicas a las impresiones sensibles.

De este modo, no resulta extraño que en el siglo XIX el hombre se haya quedado sólo, sin Dios y sin los demás, ambas cosas le han sido absurdas o sin sentido a su vida. Sin Dios porque al no poderlo afirmar, han preferido unos silenciarlo (callarlo), otros negarlo. Y sin los demás, porque se ha preferido vivir desde los criterios e ideas personales. Las aportaciones de los demás se han considerado como un estorbo para decidir la vida. Cada uno tiene sus verdades, la verdad común no existe, no ha habido voluntad de acuerdo. De ahí que las olas del nihilismo (nada de principios, ni de valores), del relativismo y del escepticismo acaricien las relaciones hoy día. Escuchar al otro, ayudarse mutuamente, practicar la caridad y por supuesto creer en Dios, es lo más contrario a los impulsos biológicos de autoafirmación e imposición del yo que en cada momento han de guiar la vida, según la propuesta nietzscheana que el hombre actual practica.

Espero de los ENS una nueva forma de actuar de vivir y de pensar, porque la realidad ha de ser compartida, porque se necesita de los demás, porque hay que romper con la “soledad del yo” y crear una vida en comunidad, tal y como la civilización cristiana introdujo en occidente.

Animo a otros equipistas a reflexionar y hacer comentarios para el enriquecimiento de todos. Es una buena forma de escuchar a los demás y de romper el aislamiento. José Gómez